9 de abril de 2009

La virgen de hierro

Es extraño decir que pasar miedo forma parte de uno de los sueños que siempre he tenido: el tener un grupo con un cierto afán, interés por lo paranormal. Después de mucho tiempo, y casi por casualidad, he encontrado ese grupo en mis seres más cercanos. ¡Y yo pensando que tendría que buscar lejos! Gracias David y gracias Uri, y a los que vengan si esto tira para adelante.

Ayer fue la primera quedada para preparar nuestra salida al Hospital del Tórax de Terrassa. No voy a contar ahora sobre él, si alguien tiene interés encontrará en esta misma página videos, pero hoy voy a centrarme en lo de ayer por la noche:




Sí... ¡mi móbil no da para más! Pero la próxima vez prometo llevar la cámara de video con visión nocturna. El hospital de l'Esperit Sant, abandonado, muchos puntos en común con el del Tórax. Aire siniestro, zona complicada y cerrado a cal y canto. Si algo había allí, desde luego ese algo no quería vernos. Personalmente, estoy convencido de que si ese lugar continúa en pie, dará que hablar...

La noche dio para mucho, mucho más. Una visita relámpago al castillo de Torre Baró - otro día analizaremos este lugar -, y muchas otras pequeñas anécdotas y historias dignas de ser contadas... ¡a su tiempo!

Vamos con una de ellas... una de las historias de ayer, una historia que yo ya sabía pero que ayer volví a escuchar de boca del hijo de uno de los protagonistas (por lo tanto, la historia, como hecho, es verídica):

LA VIRGEN DE LA CABEZA DE HIERRO

- Va, quedaros a tomar algo - insistió Manuel.

- No, gracias pero tenemos que irnos ya - se disculpó Luís.

Día plomizo en Barcelona. El sol se escondía ya en el horizonte, dorando las nubes y teñiendo el día de sangre, la noche de inquieta oscuridad. Luna llena para un jueves cualquiera del verano de 1983.

- Bueno, pues que tengáis un buen viaje - dijo un hombre calvo y algo pasado de peso, que sostenía en su mano una buena jarra de cerveza.

- Hasta luego - de despidió Luís estrechándole la mano. Él y su mujer avanzaron serpenteando entre las mesas hasta alcanzar la entrada del bar.

- Hola Luís, hola Claudia.

Luís se detuvo en seco. Un extraño hombre, cuyo rostro no obstante le resultaba familiar, se había levantado de la barra y se acercó a la pareja, extendiéndole la mano a Luís.

- Hola - dijo Luís estrechándole la mano, evitando decir un nombre del cual no se acordaba.

- ¿Os vais mañana de viaje, verdad?

- ¿Cómo sabes tú eso? - preguntó en seguida Claudia.

- ¿Os vais o no? - insistió el extraño hombre.

- Sí... - afirmó Claudia.

- ¿Me esperáis un momento? Voy a casa a por una cosa.

Sin esperar respuesta, el extraño hombre salió del local, estando de vuelta a los cinco minutos con una pequeña caja blanca. Se la entregó a Claudia, que la cogió con sus manos sin aparente interés por ver el contenido.

- Seguiréis vivos si a la virgen se le corta la cabeza.

Un escalofrío recorrío la espalda de Luís, las manos de Claudia temblaban.

- Buen viaje - dijo el extraño hombre con una sonrisa nada tranquilizante en su rostro, volviendo a la barra.

Al día siguiente, Luís y Claudia salieron con su viejo coche camino de Jaén. Nada les pasó en los 1000km de camino. Pensando que la historia de la virgen no era más que un fraude, disfrutaron de sus merecidas vacaciones, ignorantes de cuánto el destino les estaba preparando.

Fue una tarde, un día antes de volver. El viejo Seat a toda velocidad por una de aquellas carreteras comarcales en las que apenas cabe un coche y en las que el asfalto es gravilla. La Virgen - obviamente, entera - en su caja, en la guantera del coche, olvidada casi por sus nuevos dueños. Ruta en la montaña, carretera revirada sin quitamiedos. De pronto, un camión se aparece contra dirección. Luís apreta enérgicamente el freno del coche, bloquea las ruedas, y el vehículo, patinando sobre la gravilla, queda al borde del abismo, entre la vida y la muerte, con dos ruedas colgando del acantilado.

Salen del coche asustados, maldiciendo al conductor del camión, cargados de adrenalina pero sabiendo que se han salvado de milagro.

- Luís... - dice de repente Claudia, cogiendo a su novio del brazo... - la virgen...

Se acercó entonces Claudia al coche, abrió la guantera y cogió la caja. La abrió delante de Luís.

La cabeza, de hierro, estaba cortada perfectamente por el cuello.

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